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Y Dios... ¿por dónde es que se esconde?

En la película "Dios no está muerto", un estudiante universitario lucha por comprobar la existencia del Todopoderoso, tras desafiar a un profesor de filosofía que pensaba lo contrario y que quería obligarlo a firmar un contrato renunciando a su fe cristiana.

El argumento del joven alumno, interpretado por el actor Shane Harper, era que "Dios es bueno todo el tiempo; y todo el tiempo, Dios es bueno"; sugiriendo que siempre, sin importar la gravedad de lo que pase, Dios está a tu lado.

Durante la película en más de una ocasión prevalece la idea de que un problema abrumador siempre se hace más pequeño y manejable si aceptamos que Dios vive en nuestros corazones.

Si este entonces es el caso, pregunto: ¿dónde ha estado Dios?, y ¿por qué el sufrimiento es la tendencia de moda en casi todas partes del Mundo? Orar y pedir por los más necesitados hoy parecen ser alternativas débiles e incapaces.

Este proceso de reflexión se agudizó la tarde del 2 de diciembre, al ver las imágenes que llegaban de San Bernardino, California, donde dos atacantes armados (marido y mujer) abatieron a tiros a 14 personas, e hirieron a otras 21. "¿Dónde estaba Dios que no protegió a esos inocentes?", me pregunté.

Algunas semanas antes en París; el 13 de noviembre, extremistas islámicos perpetraron múltiples ataques terroristas simultáneos, dejando sin vida a 130 personas e hiriendo a otros 370, de los cuales unos 100 llegaron al hospital en estado grave. "¿Dónde estaba Dios?", insistió mi mente ese día.

¡Definitivamente, algo anda mal! El Dios que conocí durante largos años de preparación católica, indudablemente no es el mismo que hoy luce ausente. "Una hoja de un árbol no se mueve sin la voluntad de Dios", fue lo que aprendí desde niño. Entonces, ¿cómo explicar los recientes hechos de violencia que sacuden al Mundo?

¿Cómo explicar las guerras; los frecuentes actos de abuso y discriminación; los enfermos de cáncer; los niños "especiales" que nacen con discapacidades; las víctimas de violencia doméstica; el hecho de que en pleno Siglo XXI cerca de 30 millones de personas viven en esclavitud; y que, según Naciones Unidas, cada cuatro segundos un ser humano muere de hambre en el Mundo, cuando en países como Estados Unidos casi 40% de la comida producida termina en la basura?

El Dios que según la Biblia hizo llover maná para alimentar a los israelítas hambrientos en su camino a la Tierra Prometida, y que realizó milagros curativos, hizo desaparecer enfermedades y revivió muertos, parece ya no estar entre nosotros.

El académico y experto en teología Bart E. Ehrman, en su libro "El Problema de Dios", presenta una interesante ecuación que intenta explicar la existencia simultánea de un Dios todopoderoso, lleno de amor y el fenómeno del sufrimiento humano.

Si Dios por ejemplo, es el Todopoderoso, entonces Él tiene la capacidad infinita de hacer todo, incluso de extinguir el sufrimiento. Si a la misma vez, Dios es Amor, indudablemente siempre querrá lo mejor para sus "hijos", incluyendo alejarlos del dolor y las vicisitudes. El problema es que eso no pasa y el sufrimiento es un fenómeno tangible y hasta contagioso.

La única explicación que encontré para validar la presencia viva del sufrimiento en el Mundo es que Dios simplemente no existe. Y si existe, definitivamente es un Dios muy diferente al que conocí de niño y que veneran miles de millones religiosos en todo el planeta.

Me pregunto: ¿Será que Dios sí existe pero carece del poder infinito necesario para detener el mal? A lo mejor Dios sí quiere ayudar, pero sus manos están atadas y no puede intervenir, por lo que se limita a supuestamente dar el apoyo necesario para hacerle frente a las tragedias de la vida.

Algunos argumentan que el dolor y el sufrimiento son "castigos" enviados por Dios por haber violados sus leyes sagradas. Esa explicación, sin embargo, no me convence. ¿Qué mal pudo haber hecho un niño autista o un pequeño enfermo de leucemia para ser castigado por Dios?; ¿son ellos los culpables de los pecados de sus padres?

Del mismo modo, todos conocemos de personas que con cada respiro sí quebrantan los Testamentos bíblicos, y a la vez son recompensados con salud, éxito económico y prosperidad. ¡Hay malos que nunca sufren!

Por otro lado están los que aseguran que el sufrimiento humano es el resultado del "libre albedrío" que Dios nos regaló para que hagamos lo que se nos plazca.  Pero ¿cómo el mal manejo del "libre albedrío" explica el sufrimiento causado por los huracanes, los terremotos y otros desastres naturales?

Además, si el "libre albedrío" es el causante del dolor en la Tierra, ¿qué pasará en el Cielo?; los elegidos para sentarse eternamente a la derecha del Padre ¿vivirán como robots o tendrán una versión limitada del "libre albedrío" para no ocasionar sufrimiento? Este argumento tampoco me convence.

Cuando escribo lo hago siempre con el compromiso de llegar a una conclusión precisa; finalizar con un análisis que esclarezca dudas y responda preguntas. Esta vez, sin embargo, pido excusas por fallar en ese cometido.

El texto anterior sólo se ocupó de profundizar en una premisa que lleva debatiéndose miles de años y que personas mucho más capacitadas que yo jamás han podido responder. Me imagino que, si Dios existe, Él eventualmente nos lo hará saber. De lo contrario, está en nosotros para buscar la fortaleza y enfrentar ese sufrimiento insaciable que parece nunca ceder.

El periodista Fernando Almánzar trabaja como Productor y Editor de Asignaciones en Telemundo, y ha sido galardonado con dos Premios Emmy como miembro del equipo del programa matutino "Un Nuevo Día".